Un correo electrónico se considera spam cuando no se ha solicitado y se envía de forma masiva a un gran número de destinatarios, normalmente con el fin de publicitar productos o servicios. Los correos electrónicos de spam suelen ser enviados por particulares u organizaciones sin el consentimiento de los destinatarios, y pueden contener información engañosa o equívoca con el fin de incitar a los destinatarios a hacer clic en enlaces o realizar compras.
Algunas características comunes de los mensajes de spam son el uso de líneas de asunto engañosas, el uso excesivo de signos de exclamación o mayúsculas, y la mala gramática u ortografía. Los correos spam también pueden contener archivos adjuntos o enlaces a sitios web maliciosos que pueden infectar el ordenador del destinatario con malware o robar información personal.
Además de ser molestos e intrusivos, los mensajes de spam también pueden suponer un riesgo para la seguridad de los destinatarios. Al hacer clic en los enlaces o descargar los archivos adjuntos, los destinatarios pueden exponerse inadvertidamente a virus, estafas de phishing o robos de identidad.
Para combatir la proliferación de spam, muchos proveedores de correo electrónico han implementado filtros que detectan automáticamente y mueven los correos sospechosos de spam a una carpeta separada o los bloquean por completo. Además, se han promulgado leyes como la Ley CAN-SPAM en Estados Unidos para regular el envío de correos electrónicos comerciales y exigir a los remitentes que ofrezcan a los destinatarios la opción de optar por no recibir futuros correos electrónicos.
En general, un correo electrónico se considera spam cuando no se ha solicitado, se envía en masa y contiene información engañosa o equívoca. Los correos electrónicos basura no sólo son una molestia, sino también una amenaza potencial para la seguridad de los destinatarios, por lo que continuamente se realizan esfuerzos para combatir su propagación y proteger a los usuarios del correo electrónico de sus efectos nocivos.